Ajedrez o Ludo

miércoles, 19 de marzo de 2008

Felipe Berríos, SJ

Desde que era niño nunca me atrajo el juego de ajedrez. Reconociéndole todos los meritos que tiene este juego-deporte y quienes con gozo lo practican, sin embargo prefería que los juegos tuvieran algo de azar más que seguir estrategias cuidadosamente estudiadas. Prefería los juegos donde no se calculara nada, sino que más bien había que dejarse sorprender por la espontaneidad de las cartas o de los dados.
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Recuerdo que existía un juego muy simple que se llamaba ludo. Este juego consistía en que cada jugador, de un máximo de cuatro, tiraba por turno dos dados y éstos indicaban cuántos espacios debía de avanzar la ficha de cada jugador. El que lograba llegar primero con todas sus fichas al casillero final, era el ganador. Parecía un juego tonto al lado del ajedrez, pero de él se podía aprender algo para la vida mucho más importante que lo que enseñaba el sesudo ajedrez. Del ludo aprendí algo que ocultaba el ajedrez y es que la vida tiene mucho de impredecible, de riesgo, de espontaneidad. Que vivir la vida moviendo mis fichas para seguir estrategias que buscan hacerle jaque mate al otro no vale la pena.
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Qué triste es aprender a actuar movido no por lo que parece correcto en cada momento, sino que actuar pensando en las repercusiones que tendrán mis movimientos en las jugadas futuras y actuar previendo lo que puedo perder en cada jugada.
Actuar pensando por sobre todo en ganar el juego, no importando lo que se pierda en el camino o lo que se tenga que transar para ello. Vivir la vida obedeciendo jugadas predeterminadas no es vivir. Es cierto que el ajedrez como el ludo son sólo juegos y hay que tomarlos como tales. Pero cada vez tengo más fuerte la sensación de que los adultos les enseñamos a los jóvenes a vivir la vida como si fuera un juego de ajedrez. Viven preocupados y tensos, como conscientes de que cada movimiento, cada opción, les puede costar el juego. Parecen espontáneos, pero siempre están pensando lo que pasará en siete jugadas más adelante.
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Muchos no quieren jugar así y patean el tablero de la vida que les hemos puesto y se meten en el trago, la droga o, simplemente, no quieren vivir. La juventud despreocupada, alegre y espontánea que nos muestran los medios de comunicación es un mito. Basta escuchar la letra de los rap que tararean los jóvenes para descubrir que viven la vida con la misma seriedad y presión con que un ajedrecista que es observado, mueve sus piezas. No se trata de pedir que los jóvenes vivan la vida sin seriedad y que sus opciones no tengan importancia. Se trata más bien de enseñarles a vivir la vida con la alegría, con la soltura y con la espontaneidad con que se juega el ludo. Porque la vida, por mucho que ella se planifique, tiene mucho de imponderable y eso hace que la espontaneidad para vivirla sea necesaria para gozarla. Hay que saber vivir jugándosela por lo que en conciencia percibimos que es lo correcto, sin cálculos, sin estrategias, sin medir consecuencias. Saber que la vida es un juego donde cada jugador tiene el derecho a equivocarse y que, tal vez, el único error sea no haberse equivocado nunca y perder la jugada por pensarla mucho.
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Lo que te hace ganador es jugar el juego, es apostar la vida, es compartir la alegría de saberse llamados a compartir el juego. Jóvenes, destierren el miedo y apuesten la vida a lo que les parece correcto, con la misma audacia con que en un juego se tiran los dados.
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Lo puse acá porque me gustan las cosas que él escribe, y esta en particular me gustó más. Creo que tiene toda la razón, ojalá pudieramos vivir así la vida y no forzados a lo que la sociedad, la familia o lo que el resto espera para nosotros, tensos y estresados por lo que debemos o no hacer.

Buenos eran esos Aires

viernes, 14 de marzo de 2008



La cosa comezó así: era diciembre, no recuerdo qué día pero el año ya terminaba y conversando con Ferno sale la invitación a Buenos Aires.
No me di ni cuenta cuando ya estaba preparando mis maletas, y al terminar mi práctica partimos, lo unico necesario era tener unas pocas lucas y el carné de identidad al día.

No era tan dificil ir al vecino pais... Mis recomendaciones son, en primer lugar, quedarse cerca del centro, se encuentran buenos hoteles por unos US$14, nosotros nos quedamos en Av. de Mayo con 9 de Julio, a mas o menos 3 cuadras del obelisco, unas 5 de la casa Rosada y otras 5 mas del congreso.

La noche que llegamos no tuve la mejor impresión, de partida la humedad era terrible y segundo las calles estaban extremadamente sucias... más encima, en medio de todo eso estaba nuestro querido hostal, donde se suponía que tendriamos algunas comodidades segun lo conversado antes de partir. Pero bueno, como chilenos novatos, nos engañaron y por pasar una noche nos cobraron como US$300!!! al día siguiente, decidimos buscar un hotel porque el hostal era bien malito (recomendación: No ir nunca al Downtown BA Hostel!!).



Sin embargo, los dias siguientes fueron bastante mejor. Buenos Aires tiene muchos lugares a los que se debe ir indiscutidamente, entre ellos Caminito en La Boca, ir a Santa Fe, Recoleta, dar un paseo por el rio Tigre, carretear en Puerto Madero, la Feria de San Telmo, entre otros.

La gracia de San Telmo es ir el dia domingo cuando se pone una feria gigante por la calles con antiguedades, artesanias y diseñadores independientes vendiendo sus ropas...



Foto en la Plaza de San Telmo

Foto en Caminito con la Pauli



Foto con Floralis Generica en el parque de las Naciones Unidas. Cuando oscurece esta flor se cierra y según dicen, se prende una luz color rojo pasión dentro. Es muy linda.

Finalmente puedo decir que Buenos Aires me encantó, la gente muy simpática, lugares muy lindos, demasiadas cosas lindas para mirar, comprar, lugares preciosos para recorrer, etc. Volvería mil veces (y de hecho lo haré, me faltan los Macanudos 1, 2, 3 y 5, porque solo tenía presupuesto para el 4, jejeje).